martes, 9 de noviembre de 2010
Vida y obra de Onetti
Uno de los paneles del Filba tuvo como eje la obra del narrador uruguayo Juan Carlos Onetti.
Infidencias aparte, tengo que decir que si hay libros que modifican a la gente, La vida breve es uno de ellos. Un libro que jamás uno se cansará de recomendar, pero avisando. Levantando una leve voz de alerta. ¿Cómo es esto? Tiene que ver con los estados de ánimo de los postulantes a lector, y con lo dispuestos que estén para modificar profundamente el grado de sus percepciones asumiendo que uno entra en los libros de Onetti para no salir nunca más de ellos.
La vida breve es uno de esos libros que parecen estar escribiéndote al momento de la lectura (por las dudas: nada que ver con la identificación que una determinada historia pueda imponer a sus lectores). El tipo de libros que –para tratar de explicar algo a lo que las palabras les cuesta dotar de sentido– se vuelven pegajosamente inolvidables al actuar más como alteradores de las dos o tres ideas que dan cierta estabilidad al paso de las horas que como decálogo de unos personajes rancios y oscuramente perdedores.
Lo del Filba y Onetti se desarrolló en la librería Eterna Cadencia. El primer tramo de las intervenciones; la segunda parte acá.
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lunes, 8 de noviembre de 2010
Vargas Llosa, Bolaño y Fuguet
–Pero la posición política de Vargas Llosa más que cerrar, reabriría la polémica.
–Podemos estar discutiendo horas sobre eso, pero yo creo que Vargas Llosa no es un fascista. Es un freak, un psicópata al que le gusta provocar. Pero está totalmente en contra de las dictaduras y sus libros van a seguir creciendo con el tiempo.
Alberto Fuget, ensaya una defensa que nadie quisiera para sí sobre las posturas políticas del Nobel Mario Vargas Llosa, y de paso habla de su lejana y tangencial relación con Roberto Bolaño.
A propósito de Bolaño, vale la pena leer este lúcido artículo del crítico español Ignacio Echervarría, uno de los lectores más atentos del autor de 2666 y Estrella distante, a partir de la relación que mantuvieron cuando la figura del escritor chileno se hacía cada vez más grande al amparo de la editorial Anagrama.
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miércoles, 3 de noviembre de 2010
Bayer
Osvaldo Bayer no te hace sentir todo lo grande que es.
El miércoles pasado estuve cerca de una hora con él, para hacer una entrevista para el diario.
Para mí hablar con Bayer era una deuda pendiente. Me interesa esa figura de la coherencia que encarna como pocos. Bayer es ante todo 83 años de una de las coherencias más grandes que uno pueda encontrar, búsquese donde se busque.
El motivo de su visita a Neuquén fue el estreno de su película Auwka liwen, Rebelde Amanecer.
A la tarde, después de la entrevisa que disfruté como pocas en mi vida, fui a ver la película.
Del auditorio donde se proyectó me fui con una imagen: el alemanote barbudo ingresando a la sala y los mapuches (sus atuendos negros con guardas multicolores; los bellísimos collares plateados que lucen) de pie para saludarlo, vivándolo en mapuche, y la cálida réplica de Bayer, rodeado por los organizadores, su brazo en alto, como ofrendando una pequeña victoria, o como marcando la senda de una victoria, una victoria que si no es la de la verdad se le parece mucho, una verdad mayúscula mucho más abarcativa que la de una historia apabullante (su obra), la verdad de quien parece estar diciendo con ese brazo en alto: “Hola, acá estoy de nuevo: ¿podía ser de otra forma?”
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lunes, 1 de noviembre de 2010
viernes, 29 de octubre de 2010
Hoy también llueve en Buenos Aires
Y deberás plantar
y ver así a la flor nacer
y deberás crear
si quieres ver a tu tierra en paz
el sol empuja con su luz
el cielo brilla renovando la vida
y deberás amar
amar, amar hasta morir
y deberás crecer
sabiendo reír y llorar
la lluvia borra la maldad
y lava todas las heridas de tu alma
de tí saldrá la luz
tan sólo así serás feliz
y deberás luchar
si quieres descubrir la fe
la lluvia borra la maldad
y lava todas las heridas de tu alma
este agua lleva en sí
la fuerza del fuego
la voz que responde por tí
por mí...
y esto será siempre así
quedándote o yéndote.
Qudándote o yéndote: Track 10 del álbum Kamikaze, de 1982.
Sólo eso.
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jueves, 14 de octubre de 2010
Monk
Comienza normal. Casi en tono conservador. Enseguida, sin aviso, todo es patrimonio de la más estricta locura. (Como cualquier día.)
Thelonious Monk – los destellos de luz de sus dedos largos– iluminando las paredes del abismo.
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martes, 12 de octubre de 2010
Saco, corbata y Frankfurt
Una crónica de Pedro Mairal, publicada en Perfil el último fin de semana, sobre el desembarco argentino en una de las ferias de libros más importantes del mundo.
Acá, las fotos que Mairal posteó en su blog, El señor de abajo.
El sitio argentino de la feria.
Finalmente, la página oficial.
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miércoles, 6 de octubre de 2010
Imperio de la verdad
¿Qué piensa usted de Fox News? ¿Piensa que son una institución positiva para los Estados Unidos y la democracia?
[Risas] Mire, como presidente juré respetar la Constitución. Y parte de esa Constitución es respetar la libertad de prensa. En este país, tenemos una prensa que tradicionalmente se ha caracterizado por expresar sus propias opiniones. La época dorada de la prensa objetiva fue un período de tiempo muy breve en nuestra historia. Antes de eso, había gente como Hearst, que usaba sus diarios muy intencionadamente para promocionar sus ideas. Creo que Fox es parte de esa tradición. Es parte de la tradición que tiene un punto de vista muy claro e innegable. Es un punto de vista con el que no estoy de acuerdo. Es un punto de vista que, en último término, resulta destructivo para el crecimiento a largo plazo de un país que tiene una clase media muy dinámica y que es competitivo en el mundo. Como empresa ha sido enormemente exitosa y sospecho que si le preguntaran a Rupert Murdoch cuál es su primera preocupación diría que es el éxito de Fox.
Obama, en un tramo de la entrevista que le hizo la edición estadounidense de Rolling Stone y que pueden leer en la edición argentina acá.
Cualquier parecido con la realidad, es porque se trata de la realidad...
Cualqu
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Lectura y edición en la era del libro electrónico
“Con el libro electrónico cambiarán mucho las reglas del mercado editorial, aunque habrá una democratización del mercado; será más fácil publicar, pero más difícil ser leído”, dice Samanta Schweblin una de las narradoras más interesantes entre la nueva generación de escritores argentinos.
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jueves, 23 de septiembre de 2010
Fogwill por Casas
“Parece que fue a un encuentro de escritores que organizaron en Montevideo. Le tocó un fin de semana muy frío y el hotel donde lo habían ubicado no tenía calefacción. Como también le iban a demorar el pago por los honorarios, es decir, no era en cash sino con factura a 60 días, él se puso en llamas y se hizo mucha mala sangre discutiendo con los organizadores. Consiguió que lo cambiaran de hotel y que le pagaran en el acto. Como era un encuentro de escritores, a mí me parece que debe haber jugado también la parte narcisista y que debe haber tenido que encender día y noche su representación, algo que resulta muy desgastante aún para esos que, de alguna manera, hicieron de su personaje una segunda naturaleza. El Viejo León del Zoo -porque ahora lo recuerdo así- era tímido y muy emotivo. Con la sensibilidad a flor de piel. Y para defenderse tiraba zarpazos y meaba el entorno en lugares inapropiados. Parecía estar siempre al ataque -y tal vez lo estaba- pero nunca se había comido a ningún cazador.”
Fabián Casas le dice (de algún modo) chau a Fogwill, luego de la muerte del autor de Los Pichiciegos, ocurrida a fines del mes pasado.
El texto completo, en El señor de abajo.
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domingo, 16 de mayo de 2010
Cheever y el novelista como crítico
-El novelista, ¿contiene ya al crítico?
-Yo no tengo nada de vocabulario crítico y muy poca sagacidad para la crítica. Creo que es una de las razones por las que soy siempre evasivo con los entrevistadores. Mis conocimientos críticos con respecto a la literatura a la larga se dan a un nivel práctico. Uso lo que me gusta, y lo que me gusta puede ser cualquier cosa. Cavalcanti, Dante, Frost, quien sea. Mi biblioteca está siempre en completo desorden. A duras penas encuentro lo que quiero. No creo que un escritor tenga la responsabilidad de ver la literatura como un proceso continuo. Muy poca literatura es inmortal. He leído libros que me han servido de una manera maravillosa y que luego de haberlos usado, perdieron esa utilidad en quizás muy poco tiempo.
John Cheever, en una vieja entrevista (completa acá) publicada en The Paris Review, que encontré navegando el blog de Enrique Vila-Matas.
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domingo, 2 de mayo de 2010
Miedos argentinos
–¿Qué considerás que da miedo en la Argentina en este momento?
–En general hay como un operativo "aterroricemos a la gente" importante. Y transcurre por lugares que no son precisamente por los que tenés que tener más miedo. En Argentina es fácil impresionar. Al argentino le decís que sube el dólar y se asusta. Se asusta y se pone facho, además. Pero hay cosas que yo no me esperaba volver a ver. El cuestionamiento a los juicios por los delitos de lesa humanidad pensé que no lo volvería a ver.
Mariana Enríquez, en una entrevista que le hice para el diario, a propósito de su imperdible libro de cuentos de terror, Los peligros de fumar en la cama.
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sábado, 1 de mayo de 2010
Carver por King
Stephen King y una crudo perfil de Raymond Carver, uno de los cuentistas más grandes de los últimos 50 años. En Ñ, de Clarín.
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jueves, 29 de abril de 2010
Feliz día del animal
"En el 65 llegó el hash, que se convidaba en las fiestas. Viví fumado durante siete años, pero sin afectar mi comportamiento en nada. Un día probé la cocaína y me hizo muy bien. Creía que pegaba con mi personalidad. La magia de la cocaína es hacerte creer que vos sos el dueño de la irrupción de adrenalina, pero no es así. La cocaína te da la conciencia de que estás haciendo cagadas pero que vos la podés arreglar. Te da esa omnipotencia. Yo diría que es útil probar los alucinógenos como ayahuasca u hongos bajo control. Vale la pena porque te muestran ciertas facultades asociativas que tenés y que luego podés recuperar por tu propia cuenta sin la droga. En cambio las facultades que te da la cocaína son todas de la cocaína: no podés recuperarlas sin cocaína. Además no sirven porque vienen tan asociadas a la omnipotencia y a lo que sería la mala fe, la mentira y la traición, que no podés evocarlas en una situación normal moral. Una vez una mina me dijo “no me acuesto nunca más con vos, no te quiero ver nunca más porque cuando cogés hacés trampa”. Yo tomaba droga, ella no. La mina no tenía la menor experiencia, no había leído ningún libro ni era moralista, pero sentía que yo hacía trampa si cogía drogado. Y efectivamente el cocainómano hace trampa en la vida. En todo: sus afectos son falsos, sus lealtades son falsas, no conocí ningún cocainómano que sea buena persona."
Animal político, poético y narrativo: Fogwill y una gran entrevista publicada por Eterna Cadencia.
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miércoles, 28 de abril de 2010
Noticias de la narcocultura
"El narcotráfico suele golpear dos veces: en el mundo de los hechos y en las noticias, donde rara vez encuentra un discurso oponente. La televisión acrecienta el horror al difundir en close-up y cámara lenta crímenes con diseño “de autor”. Es posible distinguir las “firmas” de los carteles: unos decapitan, otros cortan la lengua, otros dejan a los muertos en el maletero del automóvil, otros los envuelven en mantas. En ciertos casos, los criminales graban sus ejecuciones y envían videos a los medios o los suben a YouTube después de someterlos a una cuidadosa posproducción. La mediósfera es el duty-free del narco, la zona donde el ultraje cometido en la realidad se convierte en un informertial del terror.
"Los carteles aplican la legislación de la sangre descrita por Kafka en "La colonia penitenciaria”. La víctima ignora su sentencia: “Sería absurdo hacérsela saber puesto que va a aprenderla sobre su cuerpo”. El narco se apoya en el discurso de la crueldad (cruor: “sangre que corre”) donde las heridas trazan una condena para la víctima y una amenaza para los testigos. El jus sangui del narco depende de una inversión kafkiana de los episodios legales; la sentencia no es el fin sino el comienzo de un proceso; el anuncio de que otros podrán ser llamados a “juicio”. “Si no haces correr la sangre, la ley no es descifrable”, escribe Lyotard a propósito de “La colonia penitenciaria”. Tal es el lema implícito del crimen organizado. Su discurso es perfectamente descifrable. En cambio, la otra ley, la “nuestra”, se ha difuminado.
"La narcocultura amplió su radio de influencia a través de los narcocorridos, muchas veces pagados por los propios protagonistas. En la confusión ambiente, los trovadores vinculados al crimen gozan del dudoso prestigio de lo ilegal que reclama un carisma a contrapelo y se somete a la “moral del pueblo”. Sus deprimentes acordeones acompañan una saga de la rapiña que, por más que lleve alumbrado y carreteras a las comunidades que cultivan la amapola, no resiste la comparación con Robin Hood. Aunque suene curioso o divertido o folclórico cantar las peripecias de quienes llevan “hierba mala” al otro lado, los narcocorridos pertenecen a un sector que mueve el 10% de la economía (lo mismo que el petróleo) y causa decenas de asesinatos al día. Tomados como documentos del hampa, son reveladores. Lo extraño es que han ganado espacio en las estaciones que transmiten música popular y aun en las antologías de literatura. En nombre de un incierto multiculturalismo, hace un par de años un grupo de escritores protestó porque dos narcocorridos fueron suprimidos de un libro de texto. En su queja pasaron por alto que esas letras no se estudiaban en una clase sobre problemas de México, sino sobre literatura, sustituyendo a Amado Nervo o Ramón López Velarde. El narco ha contado con la anuencia de las estaciones de radio a las que amenaza o subvenciona (los términos son rigurosamente intercambiables) y con la empatía antropológica de quienes sobreinterpretan el delito como una forma de la tradición.
Parte del texto con el que el escritor y periodista Juan Villoro obtuvo días atrás el Premio Iberoamericano de Periodismo Rey de España. Los lectores atentos notarán que ya lo había posteado en la versión anterior del blog. El artículo completo, acá.
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La mamá del boom
Una entrevisa a Carmen Balcells, la mujer detrás del -como ella misma lo dice- negocio de la literatura latinoamericana del último tramo del siglo pasado. Pasen y lean.
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lunes, 26 de abril de 2010
Jon Lee Anderson y una versión de la impunidad
-Es una exploración que tiene como centro la violencia organizada, o cómo la coacción se convierte en política. Hace años vengo constatando que con el declive de las insurgencias al final de la guerra fría en América latina, con pocas excepciones, lo que hemos tenido a cambio ha sido la criminalización de las sociedades. Tengo una teoría muy visceral al respecto, que es que la impunidad con que se han cerrado las historias violentas de los ’70 y ’80 nos ha condenado a estas insurgencias criminales endémicas, con sociedades sociópatas. En muchos aspectos, América latina es mejor que antes, pero en otros es peor. Hoy en día, hay partes que están plagadas por una violencia nefasta y que controla la vida de muchas personas. Y esto se debe a que ante el declive en la búsqueda del hombre nuevo y los sueños utópicos de crear nuevas sociedades, nos vemos frente al ajuste de los miserables con el capitalismo. Que ya no buscan hacer otra Cuba, sino que lo que quieren es vestirse en Armani Exchange...
John Lee Anderson, uno de los cronistas más influyentes del mundo, en una entrevista publicada en el último Radar, donde cuenta de qué se trata la compilación de crónicas que publicará en los próximos días Anagrama.
Además, una crónica suya, Los afganos aman las flores, publicada en Letras Libres.
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martes, 20 de abril de 2010
La oscuridad por dentro
Creo que lo mejor que salió publicado en un diario durante el fin de semana es esta crónica de Silvina Friera, de Página 12, donde cuenta la visita que cinco escritores, Martín Kohan, Hernán Ronsino, Félix Bruzzone, Gabriela Cabezón Cámara y Martín Caparrós, hicieron a la Escuela de Mecánica de la Armada, la ESMA.
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viernes, 16 de abril de 2010
Sector 9
Sector 9 es una de extraterrestres: un enorme platillo volador en el que llegan a la Tierra queda suspendido sobre Johannesburgo (Sudáfrica), en principio por una falla mecánica. No se sabe cuál es. Tampoco uno necesita saber todo lo que pasa en una historia para creer en ella. Si uno le hace muchas preguntas a esa historia, preguntas de las intrascendentes, preguntas que no se vuelven hacia uno, puede perderse lo mejor que tiene para ofrecerle esa determinada obra. Todo esto para decir que no me gusta ver películas con gente que busca errores escenográficos. El reloj que tiene puesto tal actor en una toma y a la siguiente no. Ese tipo de cosas.
El caso es que un grupo de soldados termina, para delicia de la expectación mundial, ingresando a la enorme nave que hasta entonces yació suspendida sobre los edificios, como una alteración freak, como un insoslayable ansuelo para multimedios que de pronto interrumpe el orden cotidiano de la ciudad.
Al entrar en la nave, los soldados se encuentran con unos bichos francamente horribles, que son los tripulantes, unos humanoides a los que en adelante, por su aspecto, todo el mundo empieza a llamar “langostinos”.
Los extraterrestres son un calco de lo peor de la humanidad. Y esa es la primera sorpresa de la película, que está producida por Peter Jackson, y que es la opera prima de un director bastante joven y promisorio que se llama Neil Blomkamp.
Los langostinos quedan doblemente presos. Primero, del amplio rechazo que emana de buena parte de la sociedad sudafricana (incluso, los habitantes negros, llegan a clamar: ¡que se vayan del mundo!, igual que el argentino medio exige que un boliviano o paraguayo se vaya de su país, porque en definitiva –cree– no hace otra cosa que sacarle su trabajo o un plan social, o lo que fuera que le esté sacando de la órbita del control que cree tener). Y segundo, ya en el plano material, los langostinos quedan presos en el Sector 9, una amplísima zona parte de uno de esos extrarradios que permiten a las ciudades esconder lo que no quieren mostrar debajo de una alfombra de postergación. Los alienígenas quedan cercados en este gran predio militarizado, un ámbito de características findemundistas.
Al margen de la alegoría del racismo, un tema ampliamente tratado a lo largo de la película con grandes y pequeñas dosis de ironía (un grupo de gangsters nigerianos segregan a los extraterrestres), Sector 9 habla, con sutileza y desparpajo, de la imposibilidad de aprendizaje. Es decir, habla del hombre como animal tozudo y destructivo a la hora de evaluar la potencialidad de lo que es diferente. Algo que en el plano de la verdad se parece a una media sonrisa con sabor amargo.
jueves, 15 de abril de 2010
martes, 13 de abril de 2010
Antártida, de Claire Keegan
Claire Keegan es irlandesa. Nació en 1968 y a los 16 años se instaló en Nueva Orleans. En 1992 volvió a su país. Es decir, Keegan es parte de una literatura con una enorme tradición como la irlandesa, con escritores como James Joyce, Oscar Wilde, y Samuel Beckett. En algún punto, todos ellos están en su cuentos. Pero también parte de la gran tradición del relato estadounidense.
Su literatura es una literatura de la crisis. Keegan aborda el tipo de tragedias personales -exentas de épica, o al menos exentas de una épica de la espectacularidad- que pueden sucederle a cualquiera una vez por día. En el trabajo, en las relaciones familiares, en la visita al médico o en una cita a ciegas.
Sus cuentos están cruzados por la amenaza. Todo el tiempo hay algo que pasó, que no se sabe, o que está por suceder, y todo el tiempo lo que pasó o sucederá no es del todo bueno. O adquiere algunas de las peores formas que podría encontrar. Quiero decir: el mal, en la literatura de Keegan, es parte de la normalidad. El mal como lo que acecha el día de alguien para que no sea perfecto. Esto, tomado como un abismo que tiende a profundizarse con el avance de las páginas en cada cuento.
Keegan tiene algunas deudas literarias. Sobre todo, le debe a Anton Chéjov. ¿Qué es vivir a finales del siglo XX?, parecen preguntar y responder sus cuentos. Pero qué es vivir en un sentido amplio, no una mera descripción costumbrista. La pregunta que hacen sus textos quizás sea qué se siente vivir ahora. Con las miserias y la poesía propias de este tiempo.
También tiene, Keegan, una gran influencia de Raymond Carver. En la frase cortante, en los finales llenos de preguntas. La precisión de los cuentos de Claire Keegan se completa en el lector, que asiste a un puñado de epifanías y a la irrupción de otros órdenes posibles provenientes de la más llana resignación: ahí están sus personajes abofeteados por derrotas superficialmente mínimas, pero que tomadas en sus matices no dejan de expandirse.
Hay algo de teatralidad en los diálogos de Keegan, el menos en los cuentos de su gran libro Antártida, publicado por Eterna Cadencia (2009). No una teatralidad forzada. Sino más bien una teatralidad vinculada al planteo de la escena y el drama.
Las mujeres que narran las historias de Antártida son madres que perdieron a sus hijos, algunas viven en el campo, otras son sometidas a una violación, o recuerdan crisis (otra vez) familiares desde la perspectiva de una niña; otras quedan solteras y mascando odio luego de dedicar su vida a cuidar a sus padres.
Keegan dice que un cuento tiene varias capas. Y que hay que salir a buscarlo. Que el trabajo del escritor es tallar, en algún punto, una piedra. Que el desafío es encontrar esa historia que aparece como un fogonazo en un primer momento, y que luego se niega a encontrar su forma más perfecta. Dice que sus cuentos tienen varias capas, la externa, por donde pasa lo más visible de la historia, y por debajo otras corrientes emotivas, que si todo sale bien, estallan de sentido al final de una historia, como en la mayoría de sus relatos, aunque esto último no lo diga.*
(Un bonus track: el cuento Quemaduras, parte de Antártida, posteado en el blog de la librería Eterna Cadencia.)
viernes, 9 de abril de 2010
Leo
Doble homicidio en Villa Ceferino: calle Pérez Novela, al 1700. Un ajuste de cuentas. A la pareja se la conocía como "los narcos". Lo primero que supo del día esta mujer fue que alguien quería matarla. Fue a las 7. La humanidad de la mirada triste de su perro es simplemente acongojante.
Una de Tarantino en las tomas del oeste. A un policía se le escapa algo por allá, al final de esa calle de arena.
Amor sobre la ruta 7. Un chacarero de esos que viven sobre la meseta, cerca del Parque Industrial, hace lo imposible para que un ganso no se le escape. Atrás, uno de esos piquetes que la gente hace para pedir agua, luz y planes sociales.
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jueves, 8 de abril de 2010
El superpalo (Parte D)
Hoy, por la noche, como ya saben algunos lectores de este blog, se presenta la novela de Humberto Bas.
Por gentileza del autor, con quien solemos encontrarnos al mediodía en las calles del centro de la Seattle argentina (como dijo el poeta) un tanto casulamente -y no-, abajo pueden leer un capítulo del libro.
El superpalo
miércoles, 7 de abril de 2010
Más sobre Los Topos, de Félix Bruzzone
Mi columna de la semana pasada sobre la novela Los Topos, de Félix Bruzzone, para Con Dios y con el Diablo, que estrena diseño. (Nótese que los autores del portal y conductores de tan recomendable programa de radio tuvieron la deferencia de incluir un vínculo a este blog en su sitio, gracias, etc.)
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martes, 6 de abril de 2010
Poesía argentina de los sesenta
El número 36 de El Interpretador incluye una más que interesante antología de poetas argentinos de los años sesenta. Entre ellos, Leónidas Lamborghini, Juan Gelman, Paco Urondo, y Alejandra Pizarnik.
Click acá para leer los poemas, parte de un número en el que la revista virtual cambia diseño y opta por la buena idea de ambientar los textos con pinturas del gran Jorge de la Vega.
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lunes, 5 de abril de 2010
Vila-Matas le toma el vino a Bolaño
Enrique Vila-Matas y el recuerdo del día que conoció al autor de Los detectives salvajes, que por entonces era un perfecto desconocido.
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domingo, 4 de abril de 2010
La Cartonerita edita a Casas
Casas, como ya lo hemos dicho en este blog, es uno de los autores fundamentales para comprender el mapa de la literatura argentina actual. Por eso toma mayor relieve la integración de sus textos dentro del catálogo de La cartonerita, que el año pasado ya había publicado tres relatos de otro autor argentino emblemático, César Aira.
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jueves, 1 de abril de 2010
No cualquier bondi
"El Superpalo, una novela de aventuras que narra la épica de un ómnibus capaz de realizar los sueños más atrabiliarios de los habitantes de La Oliva, y una aventura como novela que convierte a su lectura en una experiencia en sí, vertiginosa y más allá del simple relato de anécdotas concatenadas. Uno de de los acontecimientos más importantes de la literatura en la Patagonia."
"Novela que no se puede contar, ni resumir. Su lectura es una experiencia insustituible."
Gran Fiesta de Presentación: jueves 8 de abril, 2010. 21 hs.
Centro Cultural «La Conrado».
Irigoyen 138- Neuquén, cap.
Actuación Especial: Zeze Tribu
Entrada: Una bebida perecedera y sacacorcho.
miércoles, 31 de marzo de 2010
Alto vuelo
Manu Ginobili enviando mensajes a los dueños de los Spurs -que todavía no lo llaman para renovar contrato- mediante dos tapones espectaculares.
El primero se lo puso a Kevin Durant (video de abajo), y fue el 25 de febrero:
El otro, casi un calco del anterior, lo sufrió Kevin Garnett, la mega estrella de los Boston Celtics, el 28 de marzo.
Manu se muestra en su mejor momento luego de la lesión que lo tuvo a mal trar en el tobillo izquierdo (esta semana fue el mejor jugador de la conferencia del oeste, en la NBA).
Solo resta prender unas velas para que esté con Argentina en el mundial de Turquía de este año.
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lunes, 29 de marzo de 2010
Formas satelitales de la rabia
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Va mi segunda columna en Con Dios y con el Diablo.
Esta vez elegí hablar de Rabia, la magnífica novela de Sergio Bizzio.
Para acceder al audio, click acá.
viernes, 26 de marzo de 2010
Sudáfrica y la pelota que viene
"Maradona, en sí mismo un revolucionario en la cancha, es un técnico especulativo, conservador. Así que de parte de Argentina, salvo que pase algo extraño, vamos a ver un Mundial comprado en cuotas. ¿Lo podemos ganar? Claro, ¿acaso Italia no ganó varios mundiales colgada del travesaño?
Fabián Casas anticipa una serie de artículos sobre el mundial, ahora que falta poco para que lo único que se vea en la tele sea, más que nunca, la pelota.
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miércoles, 24 de marzo de 2010
Walsh/Palabras a la oscuridad
"Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.
"Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados. De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda un ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.
"La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contemporáneas.
Rodolfo Walsh, en su Carta Abierta a la Junta Militar, a un año del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. El resto de la carta, acá.
El texto fue leído anoche en Buenos Aires.
martes, 23 de marzo de 2010
Aguas profundas
En su libro Atrapa al pez dorado, David Lynch, dice:
“Las ideas son como peces. Si quieres pescar pececitos, puedes permanecer en aguas poco profundas. Pero si quieres pescar un gran pez dorado, tienes que adentrarte en aguas más profundas.
"En las profundidades, los peces son más poderosos y puros. Son enormes y abstractos. Y muy bellos.
"Yo busco un tipo particular de pez importante para mí, uno que pueda traducirse al cine. Pero allá abajo nadan toda clase de peces. Hay peces para los negocios, peces para el deporte. Hay peces para todo.
"Todo, cualquier cosa, surge del nivel más profundo. La física moderna denomina a ese nivel campo unificado. Cuanto más se expande la conciencia, más se profundiza hacia dicha fuente y mayor es el pez que puede pescarse.
Más adelante, citando los upanishads (textos sagrados del hinduísmo) dice: “Sería más fácil enrollar el cielo entero como una pequeña tela que obtener la felicidad verdadera sin conocer el Yo”.
Arriba, en video, un pez monstruoso, Carretera Perdida, estrenada en 1997, que acaso explique mejor que significa para Lynch salir de pesca.
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lunes, 22 de marzo de 2010
El periodismo en la era del infoescándalo
Me lo recomendó Guillermo Berto, periodista del diario Río Negro y editor del gran blog Fuera del Expediente.
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sábado, 20 de marzo de 2010
Bolaño y los Lakers
Publicado en el Archivo Bolaño (sí, otra vez Bolaño), donde pueden encontrar ensayos sobre su narrativa, además de algunas entrevistas y extractos de su poesía.
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Verdad y periodismo
Juan Villoro, acerca del pequeño escándalo que, cuando pasen los años, no opacará la obra de Ryszard Kapuscinski, uno de los más grandes cronistas del siglo XX, a propósito de la publicación de una biografía que expone que “el reportero de guerra habría acomodado muchas veces datos y situaciones a su arbitrio”, como se sonroja Ñ de hoy.
Se me ocurre pensar que esas supuestas tergiversaciones de la realidad acaso tengan una cuota de verdad mayor que cualquiera de las operaciones de prensa que trepanan por estos días el sentido común del argentino medio, si tal individuo existiera.
El resto del artículo de Villoro, click acá.
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viernes, 19 de marzo de 2010
Con Dios y con el Diablo
Los criterios de la columna son absolutamente discrecionales y poco calculados. Favole, en un acto de generosidad poco común, además de invitarme, me concedió una total libertad para explayarme sobre lo que quisiera. Yo, por ahora, sigo prefiriendo hablar de libros.
El programa tiene su página web. Ahí pueden encontrar un link para escucharlo en vivo por internet.
En mi primera columna hablé de un libro de Roberto Bolaño: La pista de hielo, editado por Anagrama en 2009. Es, por decirlo mínimamente, una novela donde Bolaño prefigura todo lo bueno que escribirá después. No está reseñado en ninguna de las dos versiones de Ruta León.
En el sitio del programa hay un audio en mp3 con lo que dije el otro día de la novela. Lo pueden escuchar acá.
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Notas al pie de la vida
Luis Diego Fernández acerca de lo que significa, sí, ser un filósofo. Extracto de la entrevista que compartió junto a Tomás Abraham. Más respuestas, acá.
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jueves, 18 de marzo de 2010
Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued
Pero Busqued no parece ser un escritor del todo normal. En los últimos meses le hicieron varias entrevistas, luego de que la crítica coincidiera en que su novela, editada por Anagrama (fue finalista del Premio Herralde), es una de las mejores publicadas en 2009, con todo lo relativo que restula el término “mejor” aplicado a la literatura. En esas declaraciones no tuvo empacho en decir que no sabía qué libro recomendar porque se la pasa leyendo revistas, y que escribe más bien cuando tiene ganas de hacerlo, despojado de toda disciplina.
Busqued nació en Coronel Roque Sáenz Peña, Chaco, en 1970. Trabajó en radios y escribió en alguna que otra publicación de Córdoba, lugar donde vivía cuando mandó a concursar su novela. Antes de Bajo este sol tremendo, era un completo desconocido.
El libro cuenta la historia de Cetarti, un joven al que no cuesta imaginar parecido a Busqued; un día Cetarti se entera de la muerte de su madre, que vive en Misiones; la mujer muere en circunstancias poco claras, todas con el signo de la violencia. Él tiene que hacer los papeles y cobrar una herencia. De este disparador inicial, la historia comienza a transitar los ribetes de una road movie con algunos guiños al cine que hace Quentin Tarantino: aparecen los pueblos difuminados en densas oleadas de humedad -es un libro para leer, en este sentido, con el aire acondicionado, o el ventilador a tope; Busqued logra lo que se propone antes de escribir: una atmósfera asfixiante impregna cada página-, una infinita cantidad de porros que fuma buena parte de los personajes, los secuestros extorsivos (los estiletazos de perversidad con que son llevados a la práctica esos cautiverios; la normalidad con que esa puesta en práctica se da), y sutilmente, los ecos de la última dictadura militar, no como tema central, sino como historia lateral deslizada con total originalidad en algún tramo: esto es, significando mucho más que una reseña histórica; una arista disparadora de sentidos que suma a la trama.
Busqued, es evidente, leyó a los beatniks, y el policial negro norteamericano. Lo que equivale a decir que Busqued parece ser más heredero, si tal cosa fuera posible, de lo más corrosivo de la literatura de Estados Unidos, que de alguno de los arquetipos del amplio canon argentino (en todo caso, la inquietante forma que toma la violencia en Busqued tiene que ver más con Arlt que con Borges o Cortázar, por mencionar tres faros-escritores que sirvan de guía).
En el libro, los diálogos están más que logrados. Y consiguen un interesante efecto: la conjunción de algo parecido a una épica del Hollywood más violento y sado con un lenguaje netamente local, con más de un término que remite a palabras y tonos que se usan en el interior del país. Se trata de una prosa precisa, con oraciones cortas, que van directo al grano, uno de los atributos principales del libro, al margen de cómo está estructurada cada una de las escenas (con capítulos de dos a tres páginas), que parecen señalar al Discovery Channel (Cetarti se la pasa viéndolo -Busqued admite que también-) como variante analgésica para la cuenta regresiva al latido final del universo.
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lunes, 11 de enero de 2010
Los pichiciegos, de Fogwill
El 2 de abril 1982 yo tenía siete años. Ese día me despertaron las frases alarmantes de dos de mis hermanas: estábamos en guerra. Las monjas –sus velos blanquecinos, frenéticos en la noticia que acababan de dar– les habían ordenado volverse a casa.
Hasta entonces mi noción de la guerra estaba más bien vinculada a la televisión: soldados yankees como superhéroes; japoneses volando onomatopeyas estruendosas por los aires; alemanes ridiculizados debajo de sus cascos. Tenía otra noción vinculada a la guerra y su parafernalia previa: los acordes pomposos que escuchaba en los desfiles que en la década del 80 sonaban en las fechas patrias en los pueblos del interior.
Cerca de mi casa había mar. En la costa, en los días siguientes, se comenzaron a construir trincheras. Esas trincheras quedaron repletas de soldados. Uno iba a la playa a ver los pingüinos empetrolados que salían por la noche a pedir ayuda (siempre alguien se los llevaba para limpiarlos) o durante el día a ver las toninas surcando la costa. Iba –te llevaban– bien abrigado, porque hay que ser bastante valiente para ir a la costa por la noche en las playas de la Patagonia austral después de marzo. (En verano también hay que ser valiente, pero el frío se soporta un poco mejor. El frío: ese espasmo que deja al bañista sin palabras por algunos minutos; el relato posterior: los comentarios acerca de la piel morada, los labios azules, el viento y los aguijonazos de la arena que arrastra; la fe previa a que la conjunción de sol y playa es suficiente para internarse en medio de una ola; la desmentida posterior).
Lo concreto es que los soldados, unos soldados que se preparaban para la guerrra frente a ese mar, se la pasaban en las trincheras. Miraban casi suplicantes mientras hacían esas trincheras. Ibas al mar, y los veías cavando, cruzando alguno que otro chiste, fumándose un cigarrillo. Pensando que fumar un cigarrillo puede quitarte el frío, cuando lo único cierto es que en todo caso te acerca más a la muerte –el frío por definición–.
En todo esto, y en cómo la propia experiencia amplía el espectro de sensaciones de una lectura, pensaba cuando leía el otro día Los Pichiciegos, de Fogwill. Me hice esa pregunta y otra: ¿Por qué nadie todavía hizo una película con esta novela?
La historia del libro es poco menos interesante que la de su trama. La leyenda cuenta que Fogwill lo escribió en San Pablo, Brasil, y que hizo un par de copias. Las distribuyó entre amigos cuando la guerra estaba a punto de terminar. Buena parte de lo que se dice del libro está relacionado con su poder de anticipación. Entre otras cosas, describe (antes de que trascendiera públicamente) casi de forma exacta, parte de las tropelías y el maltrato padecido por los soldados de parte de los altos mandos. Esto, si bien es cierto, no es lo más importante de una novela que lo que menos quiere es ser un documento. Como en los grandes libros, los personajes tienen una vida propia que excede cualquier posibilidad de realismo: se instalan sobre un peldaño superior: el de la poesía –en un sentido amplio- y el de la belleza –un atributo con el que están dotadas buena parte de las escenas–.
Desde entonces, hubo al menos tres ediciones de la novela, y es uno de los textos insoslayable de los últimos 30 años de la literatura Argentina.
Cuenta la historia de un grupo de soldados (los Pichis) que están en Malvinas, y subsisten escondiéndose en una gran trinchera subterránea, en medio del campo de batalla.
Están tapados por la tierra, como si fueran unos topos cuyo único ruego es el final de la guerra: para volver a casa, para comer bien, para sacarse la mugre y la ropa húmeda y fría de encima por una vez. Nadie puede verlos. Tienen su entrada secreta a esa trinchera. Viven y para poder vivir se convierten, necesariamente, en traidores: tranzan con los ingleses como estrategia de subsistencia (uno de los ejes más interesantes de la novela es la alusión a cierto enemigo interno que “los argentinos”, más temprano que tarde, siempre traemos al ruedo; en este sentido es casi una alegoría de, sobre todo, la última historia política argentina).
Los pichis, que tienen todo un escalafón, con sus jefaturas y sus soldados acopiadores de alimentos, con sus excursionistas, y con sus encargados de entrevistarse con las tropas británicas, cambian información por alimentos y unas cuantas cajas de cigarrillos, mientras esperan el fin de la guerra, que ellos escuchan desde abajo de la tierra.
Se dice que Fogwill, en pleno proceso de canonización (hace un par de meses Alfaguara editó sus Cuentos Completos, a los que la crítica describió como parte de lo mejor del género en muchos años) escribió esta novela de un tirón, en dos días y medio, consumiendo 12 gramos de cocaína (algo poco recomendable para escribir un libro, o hacer culquier otra cosa). Ese ritmo frenético se traslada al de la lectura del libro, un compendio de momentos y diálogos difíciles de olvidar. También está el whisky que pudo tomarse un general antes de querer recuperar las islas, pero sólo como intuición de un momento histórico y lo que un escritor puede hacer con él cuando busca algo que sólo se explica por el peso de la buena literatura.
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- Fernando Castro
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