jueves, 29 de abril de 2010
Feliz día del animal
"En el 65 llegó el hash, que se convidaba en las fiestas. Viví fumado durante siete años, pero sin afectar mi comportamiento en nada. Un día probé la cocaína y me hizo muy bien. Creía que pegaba con mi personalidad. La magia de la cocaína es hacerte creer que vos sos el dueño de la irrupción de adrenalina, pero no es así. La cocaína te da la conciencia de que estás haciendo cagadas pero que vos la podés arreglar. Te da esa omnipotencia. Yo diría que es útil probar los alucinógenos como ayahuasca u hongos bajo control. Vale la pena porque te muestran ciertas facultades asociativas que tenés y que luego podés recuperar por tu propia cuenta sin la droga. En cambio las facultades que te da la cocaína son todas de la cocaína: no podés recuperarlas sin cocaína. Además no sirven porque vienen tan asociadas a la omnipotencia y a lo que sería la mala fe, la mentira y la traición, que no podés evocarlas en una situación normal moral. Una vez una mina me dijo “no me acuesto nunca más con vos, no te quiero ver nunca más porque cuando cogés hacés trampa”. Yo tomaba droga, ella no. La mina no tenía la menor experiencia, no había leído ningún libro ni era moralista, pero sentía que yo hacía trampa si cogía drogado. Y efectivamente el cocainómano hace trampa en la vida. En todo: sus afectos son falsos, sus lealtades son falsas, no conocí ningún cocainómano que sea buena persona."
Animal político, poético y narrativo: Fogwill y una gran entrevista publicada por Eterna Cadencia.
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miércoles, 28 de abril de 2010
Noticias de la narcocultura
"El narcotráfico suele golpear dos veces: en el mundo de los hechos y en las noticias, donde rara vez encuentra un discurso oponente. La televisión acrecienta el horror al difundir en close-up y cámara lenta crímenes con diseño “de autor”. Es posible distinguir las “firmas” de los carteles: unos decapitan, otros cortan la lengua, otros dejan a los muertos en el maletero del automóvil, otros los envuelven en mantas. En ciertos casos, los criminales graban sus ejecuciones y envían videos a los medios o los suben a YouTube después de someterlos a una cuidadosa posproducción. La mediósfera es el duty-free del narco, la zona donde el ultraje cometido en la realidad se convierte en un informertial del terror.
"Los carteles aplican la legislación de la sangre descrita por Kafka en "La colonia penitenciaria”. La víctima ignora su sentencia: “Sería absurdo hacérsela saber puesto que va a aprenderla sobre su cuerpo”. El narco se apoya en el discurso de la crueldad (cruor: “sangre que corre”) donde las heridas trazan una condena para la víctima y una amenaza para los testigos. El jus sangui del narco depende de una inversión kafkiana de los episodios legales; la sentencia no es el fin sino el comienzo de un proceso; el anuncio de que otros podrán ser llamados a “juicio”. “Si no haces correr la sangre, la ley no es descifrable”, escribe Lyotard a propósito de “La colonia penitenciaria”. Tal es el lema implícito del crimen organizado. Su discurso es perfectamente descifrable. En cambio, la otra ley, la “nuestra”, se ha difuminado.
"La narcocultura amplió su radio de influencia a través de los narcocorridos, muchas veces pagados por los propios protagonistas. En la confusión ambiente, los trovadores vinculados al crimen gozan del dudoso prestigio de lo ilegal que reclama un carisma a contrapelo y se somete a la “moral del pueblo”. Sus deprimentes acordeones acompañan una saga de la rapiña que, por más que lleve alumbrado y carreteras a las comunidades que cultivan la amapola, no resiste la comparación con Robin Hood. Aunque suene curioso o divertido o folclórico cantar las peripecias de quienes llevan “hierba mala” al otro lado, los narcocorridos pertenecen a un sector que mueve el 10% de la economía (lo mismo que el petróleo) y causa decenas de asesinatos al día. Tomados como documentos del hampa, son reveladores. Lo extraño es que han ganado espacio en las estaciones que transmiten música popular y aun en las antologías de literatura. En nombre de un incierto multiculturalismo, hace un par de años un grupo de escritores protestó porque dos narcocorridos fueron suprimidos de un libro de texto. En su queja pasaron por alto que esas letras no se estudiaban en una clase sobre problemas de México, sino sobre literatura, sustituyendo a Amado Nervo o Ramón López Velarde. El narco ha contado con la anuencia de las estaciones de radio a las que amenaza o subvenciona (los términos son rigurosamente intercambiables) y con la empatía antropológica de quienes sobreinterpretan el delito como una forma de la tradición.
Parte del texto con el que el escritor y periodista Juan Villoro obtuvo días atrás el Premio Iberoamericano de Periodismo Rey de España. Los lectores atentos notarán que ya lo había posteado en la versión anterior del blog. El artículo completo, acá.
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La mamá del boom
Una entrevisa a Carmen Balcells, la mujer detrás del -como ella misma lo dice- negocio de la literatura latinoamericana del último tramo del siglo pasado. Pasen y lean.
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lunes, 26 de abril de 2010
Jon Lee Anderson y una versión de la impunidad
-Es una exploración que tiene como centro la violencia organizada, o cómo la coacción se convierte en política. Hace años vengo constatando que con el declive de las insurgencias al final de la guerra fría en América latina, con pocas excepciones, lo que hemos tenido a cambio ha sido la criminalización de las sociedades. Tengo una teoría muy visceral al respecto, que es que la impunidad con que se han cerrado las historias violentas de los ’70 y ’80 nos ha condenado a estas insurgencias criminales endémicas, con sociedades sociópatas. En muchos aspectos, América latina es mejor que antes, pero en otros es peor. Hoy en día, hay partes que están plagadas por una violencia nefasta y que controla la vida de muchas personas. Y esto se debe a que ante el declive en la búsqueda del hombre nuevo y los sueños utópicos de crear nuevas sociedades, nos vemos frente al ajuste de los miserables con el capitalismo. Que ya no buscan hacer otra Cuba, sino que lo que quieren es vestirse en Armani Exchange...
John Lee Anderson, uno de los cronistas más influyentes del mundo, en una entrevista publicada en el último Radar, donde cuenta de qué se trata la compilación de crónicas que publicará en los próximos días Anagrama.
Además, una crónica suya, Los afganos aman las flores, publicada en Letras Libres.
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martes, 20 de abril de 2010
La oscuridad por dentro
Creo que lo mejor que salió publicado en un diario durante el fin de semana es esta crónica de Silvina Friera, de Página 12, donde cuenta la visita que cinco escritores, Martín Kohan, Hernán Ronsino, Félix Bruzzone, Gabriela Cabezón Cámara y Martín Caparrós, hicieron a la Escuela de Mecánica de la Armada, la ESMA.
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viernes, 16 de abril de 2010
Sector 9
Sector 9 es una de extraterrestres: un enorme platillo volador en el que llegan a la Tierra queda suspendido sobre Johannesburgo (Sudáfrica), en principio por una falla mecánica. No se sabe cuál es. Tampoco uno necesita saber todo lo que pasa en una historia para creer en ella. Si uno le hace muchas preguntas a esa historia, preguntas de las intrascendentes, preguntas que no se vuelven hacia uno, puede perderse lo mejor que tiene para ofrecerle esa determinada obra. Todo esto para decir que no me gusta ver películas con gente que busca errores escenográficos. El reloj que tiene puesto tal actor en una toma y a la siguiente no. Ese tipo de cosas.
El caso es que un grupo de soldados termina, para delicia de la expectación mundial, ingresando a la enorme nave que hasta entonces yació suspendida sobre los edificios, como una alteración freak, como un insoslayable ansuelo para multimedios que de pronto interrumpe el orden cotidiano de la ciudad.
Al entrar en la nave, los soldados se encuentran con unos bichos francamente horribles, que son los tripulantes, unos humanoides a los que en adelante, por su aspecto, todo el mundo empieza a llamar “langostinos”.
Los extraterrestres son un calco de lo peor de la humanidad. Y esa es la primera sorpresa de la película, que está producida por Peter Jackson, y que es la opera prima de un director bastante joven y promisorio que se llama Neil Blomkamp.
Los langostinos quedan doblemente presos. Primero, del amplio rechazo que emana de buena parte de la sociedad sudafricana (incluso, los habitantes negros, llegan a clamar: ¡que se vayan del mundo!, igual que el argentino medio exige que un boliviano o paraguayo se vaya de su país, porque en definitiva –cree– no hace otra cosa que sacarle su trabajo o un plan social, o lo que fuera que le esté sacando de la órbita del control que cree tener). Y segundo, ya en el plano material, los langostinos quedan presos en el Sector 9, una amplísima zona parte de uno de esos extrarradios que permiten a las ciudades esconder lo que no quieren mostrar debajo de una alfombra de postergación. Los alienígenas quedan cercados en este gran predio militarizado, un ámbito de características findemundistas.
Al margen de la alegoría del racismo, un tema ampliamente tratado a lo largo de la película con grandes y pequeñas dosis de ironía (un grupo de gangsters nigerianos segregan a los extraterrestres), Sector 9 habla, con sutileza y desparpajo, de la imposibilidad de aprendizaje. Es decir, habla del hombre como animal tozudo y destructivo a la hora de evaluar la potencialidad de lo que es diferente. Algo que en el plano de la verdad se parece a una media sonrisa con sabor amargo.
jueves, 15 de abril de 2010
martes, 13 de abril de 2010
Antártida, de Claire Keegan
Claire Keegan es irlandesa. Nació en 1968 y a los 16 años se instaló en Nueva Orleans. En 1992 volvió a su país. Es decir, Keegan es parte de una literatura con una enorme tradición como la irlandesa, con escritores como James Joyce, Oscar Wilde, y Samuel Beckett. En algún punto, todos ellos están en su cuentos. Pero también parte de la gran tradición del relato estadounidense.
Su literatura es una literatura de la crisis. Keegan aborda el tipo de tragedias personales -exentas de épica, o al menos exentas de una épica de la espectacularidad- que pueden sucederle a cualquiera una vez por día. En el trabajo, en las relaciones familiares, en la visita al médico o en una cita a ciegas.
Sus cuentos están cruzados por la amenaza. Todo el tiempo hay algo que pasó, que no se sabe, o que está por suceder, y todo el tiempo lo que pasó o sucederá no es del todo bueno. O adquiere algunas de las peores formas que podría encontrar. Quiero decir: el mal, en la literatura de Keegan, es parte de la normalidad. El mal como lo que acecha el día de alguien para que no sea perfecto. Esto, tomado como un abismo que tiende a profundizarse con el avance de las páginas en cada cuento.
Keegan tiene algunas deudas literarias. Sobre todo, le debe a Anton Chéjov. ¿Qué es vivir a finales del siglo XX?, parecen preguntar y responder sus cuentos. Pero qué es vivir en un sentido amplio, no una mera descripción costumbrista. La pregunta que hacen sus textos quizás sea qué se siente vivir ahora. Con las miserias y la poesía propias de este tiempo.
También tiene, Keegan, una gran influencia de Raymond Carver. En la frase cortante, en los finales llenos de preguntas. La precisión de los cuentos de Claire Keegan se completa en el lector, que asiste a un puñado de epifanías y a la irrupción de otros órdenes posibles provenientes de la más llana resignación: ahí están sus personajes abofeteados por derrotas superficialmente mínimas, pero que tomadas en sus matices no dejan de expandirse.
Hay algo de teatralidad en los diálogos de Keegan, el menos en los cuentos de su gran libro Antártida, publicado por Eterna Cadencia (2009). No una teatralidad forzada. Sino más bien una teatralidad vinculada al planteo de la escena y el drama.
Las mujeres que narran las historias de Antártida son madres que perdieron a sus hijos, algunas viven en el campo, otras son sometidas a una violación, o recuerdan crisis (otra vez) familiares desde la perspectiva de una niña; otras quedan solteras y mascando odio luego de dedicar su vida a cuidar a sus padres.
Keegan dice que un cuento tiene varias capas. Y que hay que salir a buscarlo. Que el trabajo del escritor es tallar, en algún punto, una piedra. Que el desafío es encontrar esa historia que aparece como un fogonazo en un primer momento, y que luego se niega a encontrar su forma más perfecta. Dice que sus cuentos tienen varias capas, la externa, por donde pasa lo más visible de la historia, y por debajo otras corrientes emotivas, que si todo sale bien, estallan de sentido al final de una historia, como en la mayoría de sus relatos, aunque esto último no lo diga.*
(Un bonus track: el cuento Quemaduras, parte de Antártida, posteado en el blog de la librería Eterna Cadencia.)
viernes, 9 de abril de 2010
Leo
Doble homicidio en Villa Ceferino: calle Pérez Novela, al 1700. Un ajuste de cuentas. A la pareja se la conocía como "los narcos". Lo primero que supo del día esta mujer fue que alguien quería matarla. Fue a las 7. La humanidad de la mirada triste de su perro es simplemente acongojante.
Una de Tarantino en las tomas del oeste. A un policía se le escapa algo por allá, al final de esa calle de arena.
Amor sobre la ruta 7. Un chacarero de esos que viven sobre la meseta, cerca del Parque Industrial, hace lo imposible para que un ganso no se le escape. Atrás, uno de esos piquetes que la gente hace para pedir agua, luz y planes sociales.
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jueves, 8 de abril de 2010
El superpalo (Parte D)
Hoy, por la noche, como ya saben algunos lectores de este blog, se presenta la novela de Humberto Bas.
Por gentileza del autor, con quien solemos encontrarnos al mediodía en las calles del centro de la Seattle argentina (como dijo el poeta) un tanto casulamente -y no-, abajo pueden leer un capítulo del libro.
El superpalo
miércoles, 7 de abril de 2010
Más sobre Los Topos, de Félix Bruzzone
Mi columna de la semana pasada sobre la novela Los Topos, de Félix Bruzzone, para Con Dios y con el Diablo, que estrena diseño. (Nótese que los autores del portal y conductores de tan recomendable programa de radio tuvieron la deferencia de incluir un vínculo a este blog en su sitio, gracias, etc.)
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martes, 6 de abril de 2010
Poesía argentina de los sesenta
El número 36 de El Interpretador incluye una más que interesante antología de poetas argentinos de los años sesenta. Entre ellos, Leónidas Lamborghini, Juan Gelman, Paco Urondo, y Alejandra Pizarnik.
Click acá para leer los poemas, parte de un número en el que la revista virtual cambia diseño y opta por la buena idea de ambientar los textos con pinturas del gran Jorge de la Vega.
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lunes, 5 de abril de 2010
Vila-Matas le toma el vino a Bolaño
Enrique Vila-Matas y el recuerdo del día que conoció al autor de Los detectives salvajes, que por entonces era un perfecto desconocido.
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domingo, 4 de abril de 2010
La Cartonerita edita a Casas
Casas, como ya lo hemos dicho en este blog, es uno de los autores fundamentales para comprender el mapa de la literatura argentina actual. Por eso toma mayor relieve la integración de sus textos dentro del catálogo de La cartonerita, que el año pasado ya había publicado tres relatos de otro autor argentino emblemático, César Aira.
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jueves, 1 de abril de 2010
No cualquier bondi
"El Superpalo, una novela de aventuras que narra la épica de un ómnibus capaz de realizar los sueños más atrabiliarios de los habitantes de La Oliva, y una aventura como novela que convierte a su lectura en una experiencia en sí, vertiginosa y más allá del simple relato de anécdotas concatenadas. Uno de de los acontecimientos más importantes de la literatura en la Patagonia."
"Novela que no se puede contar, ni resumir. Su lectura es una experiencia insustituible."
Gran Fiesta de Presentación: jueves 8 de abril, 2010. 21 hs.
Centro Cultural «La Conrado».
Irigoyen 138- Neuquén, cap.
Actuación Especial: Zeze Tribu
Entrada: Una bebida perecedera y sacacorcho.
- Fernando Castro
- www1.rionegro.com.ar/blog/rutaleon