jueves, 30 de octubre de 2008

El Poeta Azul

Hay títulos insuperables. "El Poeta Azul" es uno de esos títulos. No me pertenece. Y de ningún modo podría mejorarlo.

Me llegó en un texto, un documento de word, letras azules sobre fondo blanco. Un parte de prensa policial. Habla de un mayor de la policía de Neuquén: Víctor Andrés Elgueta.

De él alguien dice lo siguiente: ingresó a la fuerza en 1978 y más adelante, a partir de "la tibieza de su madre y la figura de su padre" tomó inspiración suficiente para "escribir en letras los sentimientos de su corazón". Esta conmoción, acaso una marca del destino, determinó que en 2004 comenzara a dar forma a sus primeros versos.

El propio mayor Elgueta se ofrece a sí mismo como testimonio viviente de lo que la poesía puede obrar en un hombre: "Yo antes saludaba a mi padre dándole la mano, ahora puedo acercarme, darle un beso y abrazarlo", confiesa con un desparpajo poco habitual entre sus pares de la fuerza.

Se ve que de chiquito, como ocurre en los predestinados al arte, hizo gala de sus aptitudes para la cultura: el parte policial dice: "incursionó en los escenarios improvisados de la escuela primaria, era actor que nunca faltaba y muchas veces el más esperado". "Sus maestros -sigue el texto-, se emocionaban cuando lo escuchaban".

Su prosa, y el ejemplar que la reúne, hablo de "La vida en poesía", sigue siendo para mí un misterio. No obstante, como adelanto, pude saber que "el quehacer diario en la fuerza policial, sus compañeros, los que están y los que partieron, son la fuente inagotable" que lo nutren y "lo inspiran a seguir escribiendo".

Alguien, al parecer un grupo de periodistas, o un hombre con pruritos injustificados para escribir en primera persona, dice en el mismo texto: "le preguntamos si estas historias, las que narra en sus poemas, lo tentaron alguna vez a cambiarles el final", sobre todo asumiendo que no son pocos los epílogos, los finales, que no terminan como "todos anhelamos".

Entregado de lleno a la huestes del realismo, Elgueta, firme, marca una postura que, como casi todas, son una autodefinición: "Las historias son tiempos vividos que empiezan y terminan, eso no se cambia", considera.

El mayor dice que es un "versificador", es decir, "el que tiene la capacidad de hacer versos y recitarlos" y, "explotando la observación y lo que le conmueve", hace algo con "lo que queda grabado en arrugados papeles blancos que nunca faltan en sus bolsillos".
                                                                                                                                                                                            

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