domingo, 14 de junio de 2009

Vuelta por el universo



El otro día tuve algo así como una regresión. Estaba haciendo zapping, antes de irme a dormir, los ojos rotos, el cuerpo cansado, cuando entre canal y canal me sorprendió la imagen de una nebulosa perdida del espacio exterior y la voz de un hombre.

No sé qué nebulosa era, pero al hombre lo reconocí enseguida: Carl Sagan. Su relato, la voz en off, se adentraba de apoco -como para no asustar a nadie- en no sé qué misterio recóndito.

Sagan marcó a todos los que hoy tenemos más de 30 años con su serie Cosmos.

Cuando yo andaba por los siete u ocho, mi viejo y yo nos sentábamos frente a la tele (a mi viejo le encantan las historias de extraterrestres, los enigmas arquitectónicos como la construcción de las pirámides de Egipto, los relatos populares de descabezados irrumpiendo en caminos perdidos de la Patagonia) y así una vez por semana mirábamos, maravillados, la andanada de constelaciones, de cometas, que Carl Sagan comentaba para nosotros, con la sorprendente sabiduría del que te simplifica los caminos para acceder a los conocimientos más inexpugnables, del modo más sencillo.

Pasaron como veinte años para que volviera a verlo. La buena noticia es que Cosmos sigue siendo tan buena como entonces. Ahora la dan por el excelente canal Encuentro (jueves a las 23). La otra opción es internet: haciendo click acá, pueden acceder a una serie de capítulos, todos traducidos al español.

Ahora puedo ponerle palabras a algo que cuando niño experimentaba bajo la forma de la sopresa o la incredulidad: disponiendo de varias opciones para decir las cosas, máxime siendo un especialista de renombre, Sagan conmovió a su público doblemente: con la dimensión científicica de lo que decía y con la belleza (con la poesía) de sus revelaciones.
                                                                                                                           

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