En la breve charla que mantuvimos me contó una historia que yo conocía en parte: hace como 30 años hizo la colimba en Junín de los Andes. Ahí conoció a Orlando "Nano" Balbo, un docente que ahora milita en la Central de Trabajadores Argentinos. Nano y Saccomanno me contaron cómo eran sus días en el regimiento de Junín. Eran unos soldados superpolitizados. Una imagen poco habitual si se la compara con el lugar común que quedó como imperativo de la época: pibes flacos y muertos de frío corriendo de un lado a otro, porque eso los disciplinaría en la respuesta torpe y automática a órdenes igual de torpes y automáticas.
Se la pasaban hablando de política, a la noche, después de las guardias, y hasta cuando estaban de franco, dentro del cuartel, porque la verdad es que no había mucho para hacer afuera de las paredes heladas detrás de las cuales pasaban sus días y en el tiempo libre optaban por quedarse dentro del regimiento.
El caso es que los dos amigos dejaron de verse tiempo después de la conscripción. Saccomanno incluso llegó a pensar que Nano estaba desaparecido. No es un pensamiento infundado: después supo que Nano estuvo detenido en un centro clandestino y fue torturado por la dictadura militar. (Lo interesante es que, primero, Saccomanno intuye eso por contexto: no tenía datos fehacientes de que fuera así, pero le bastaba mirar un poco lo que pasaba, y pensar en los que ya dejaban de estar para arribar a la conclusión.)
En este punto, la historia tiene un bache de más de treinta años. Saccomanno estudió Letras. Siguió leyendo a conciencia, como cuenta, leyó toda su vida. Se puso a escribir. Después, un día, en una feria del libro en San Martín de los Andes, una persona viene y le dice a él, un narrador con cierto prestigio en las letras argentinas: "Te manda saludos el Nano". Ahí se enteró de que su ex compañero de la colimba seguía con vida.
Poco después se encontraron y trataron de dejar de lado la borrachera melancólica del recuerdo. En su lugar, pensaron en una convocatoria que los rescata a ellos como esos dos que fueron cuando dejaron de verse: todo aquel trabajador que tenga una historia para contar, que la escriba. El que no la pueda escribir, porque no sepa leer o escribir, que le pida a alguien que se la escriba. "El mundo del trabajo", se llama la convocatoria, a la que no quieren decirle concurso. La CTA elegirá unos textos y los publicará, en un libro y en sitios de internet. "Tenemos que desacralizar la escritura. Hay que bajar la literatura del pedestal. Hay que recuperar la palabra como forma de construcción de la identidad de los trabajadores por ellos mismos", dice Saccomanno.
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