miércoles, 17 de septiembre de 2008

El escritor a escena

Dos artículos de dos grandes medios masivos de comunicación traen a colación una vez más el Tema del Escritor. En España dicen que buena parte de la literatura que se publica lleva la marca distintiva del “yo” de quienes la escriben. Esta tesis sostendría que las novelas, cuentos y relatos que publican las grandes editoriales y no tanto abundan en tics biográficos de esos autores. La vida como saco donde meter mano para salir con una idea y contar algo.

El otro artículo (click acá), publicado en el suplemento cultural de mayor circulación del país, lo que no debería significar nada más que eso, tiene una vuelta de tuerca un poco más interesante: el escritor como centro de la escena, como individuo, en muchos casos, más preocupado por participar en lecturas, instalaciones y debates, y no tanto como constructor de una obra. Esta nota me hizo pensar en un escritor que sería casi un actor en el sentido hollywoodense del término.

Uno que, llegado el caso, elegiría subirse a YouTube a sí mismo en un rapto casi histérico, para luego escandalizarse, con desparpajo, mientras se mira con sus escritores amigos en una notebook, en un bar.

El primero de los dos artículos tiene cierto tufillo a etiquetamiento predecesor del lanzamiento de una colección. Las escrituras del “yo”, esa vertiente de autores que tomarían la propia vida como onda expansiva para su escritura, son parte de una discusión cuyos estertores podrían seguirse en los suplementos literarios europeos de los últimos años.

El tema central, pienso, es determinar la cuota de veracidad de esas etiquetas: después de todo, parece difícil para la mayoría de los lectores saber qué hizo un escritor en los veinte años previos a terminar una obra, si bien hay voces y escrituras poderosas que casi obligan a preguntar por la biografía de determinados autores porque eso que nos están contando está tan bien que no puede ser otra cosa que cierto. En todo caso, también está el tema de por qué sería interesante encasillarlos, cuando lo importante se resume, básicamente, en una pregunta: ¿es o no literatura lo que nos ofrecen?

Y por otra parte, además de los libros, ¿a qué otra cosa puede recurrir un autor cuando se sitúa frente a un teclado o una hoja de papel, que no sea su vida o la de los millares de personas que pueden rodearlo, esos otros “yo” iguales a él cuyas historias ahora tiene a un click de distancia?

Por último van, como yapa, otras dos notas: una del autor argentino Gonzalo Garcés (1974), que ensaya una explicación de por qué precisamente a los escritores argentinos no les gustarían los españoles y viceversa, y otra sobre las editoriales y los modelos de circulación de libros en Argentina, un debate del último fin de semana en Buenos Aires, que contó con la participación de Fabián Casas, en un ciclo organizado por Interzona, titulado Talando + Árboles.                                                                                                                                                                                                 

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