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“Con el libro electrónico cambiarán mucho las reglas del mercado editorial, aunque habrá una democratización del mercado; será más fácil publicar, pero más difícil ser leído”, dice Samanta Schweblin una de las narradoras más interesantes entre la nueva generación de escritores argentinos.
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miércoles, 29 de septiembre de 2010
jueves, 23 de septiembre de 2010
Fogwill por Casas
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“Parece que fue a un encuentro de escritores que organizaron en Montevideo. Le tocó un fin de semana muy frío y el hotel donde lo habían ubicado no tenía calefacción. Como también le iban a demorar el pago por los honorarios, es decir, no era en cash sino con factura a 60 días, él se puso en llamas y se hizo mucha mala sangre discutiendo con los organizadores. Consiguió que lo cambiaran de hotel y que le pagaran en el acto. Como era un encuentro de escritores, a mí me parece que debe haber jugado también la parte narcisista y que debe haber tenido que encender día y noche su representación, algo que resulta muy desgastante aún para esos que, de alguna manera, hicieron de su personaje una segunda naturaleza. El Viejo León del Zoo -porque ahora lo recuerdo así- era tímido y muy emotivo. Con la sensibilidad a flor de piel. Y para defenderse tiraba zarpazos y meaba el entorno en lugares inapropiados. Parecía estar siempre al ataque -y tal vez lo estaba- pero nunca se había comido a ningún cazador.”
Fabián Casas le dice (de algún modo) chau a Fogwill, luego de la muerte del autor de Los Pichiciegos, ocurrida a fines del mes pasado.
El texto completo, en El señor de abajo.
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“Parece que fue a un encuentro de escritores que organizaron en Montevideo. Le tocó un fin de semana muy frío y el hotel donde lo habían ubicado no tenía calefacción. Como también le iban a demorar el pago por los honorarios, es decir, no era en cash sino con factura a 60 días, él se puso en llamas y se hizo mucha mala sangre discutiendo con los organizadores. Consiguió que lo cambiaran de hotel y que le pagaran en el acto. Como era un encuentro de escritores, a mí me parece que debe haber jugado también la parte narcisista y que debe haber tenido que encender día y noche su representación, algo que resulta muy desgastante aún para esos que, de alguna manera, hicieron de su personaje una segunda naturaleza. El Viejo León del Zoo -porque ahora lo recuerdo así- era tímido y muy emotivo. Con la sensibilidad a flor de piel. Y para defenderse tiraba zarpazos y meaba el entorno en lugares inapropiados. Parecía estar siempre al ataque -y tal vez lo estaba- pero nunca se había comido a ningún cazador.”
Fabián Casas le dice (de algún modo) chau a Fogwill, luego de la muerte del autor de Los Pichiciegos, ocurrida a fines del mes pasado.
El texto completo, en El señor de abajo.
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Quemando teclados
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