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Uno de los paneles del Filba tuvo como eje la obra del narrador uruguayo Juan Carlos Onetti.
Infidencias aparte, tengo que decir que si hay libros que modifican a la gente, La vida breve es uno de ellos. Un libro que jamás uno se cansará de recomendar, pero avisando. Levantando una leve voz de alerta. ¿Cómo es esto? Tiene que ver con los estados de ánimo de los postulantes a lector, y con lo dispuestos que estén para modificar profundamente el grado de sus percepciones asumiendo que uno entra en los libros de Onetti para no salir nunca más de ellos.
La vida breve es uno de esos libros que parecen estar escribiéndote al momento de la lectura (por las dudas: nada que ver con la identificación que una determinada historia pueda imponer a sus lectores). El tipo de libros que –para tratar de explicar algo a lo que las palabras les cuesta dotar de sentido– se vuelven pegajosamente inolvidables al actuar más como alteradores de las dos o tres ideas que dan cierta estabilidad al paso de las horas que como decálogo de unos personajes rancios y oscuramente perdedores.
Lo del Filba y Onetti se desarrolló en la librería Eterna Cadencia. El primer tramo de las intervenciones; la segunda parte acá.
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martes, 9 de noviembre de 2010
lunes, 8 de noviembre de 2010
Vargas Llosa, Bolaño y Fuguet
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–Pero la posición política de Vargas Llosa más que cerrar, reabriría la polémica.
–Podemos estar discutiendo horas sobre eso, pero yo creo que Vargas Llosa no es un fascista. Es un freak, un psicópata al que le gusta provocar. Pero está totalmente en contra de las dictaduras y sus libros van a seguir creciendo con el tiempo.
Alberto Fuget, ensaya una defensa que nadie quisiera para sí sobre las posturas políticas del Nobel Mario Vargas Llosa, y de paso habla de su lejana y tangencial relación con Roberto Bolaño.
A propósito de Bolaño, vale la pena leer este lúcido artículo del crítico español Ignacio Echervarría, uno de los lectores más atentos del autor de 2666 y Estrella distante, a partir de la relación que mantuvieron cuando la figura del escritor chileno se hacía cada vez más grande al amparo de la editorial Anagrama.
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–Pero la posición política de Vargas Llosa más que cerrar, reabriría la polémica.
–Podemos estar discutiendo horas sobre eso, pero yo creo que Vargas Llosa no es un fascista. Es un freak, un psicópata al que le gusta provocar. Pero está totalmente en contra de las dictaduras y sus libros van a seguir creciendo con el tiempo.
Alberto Fuget, ensaya una defensa que nadie quisiera para sí sobre las posturas políticas del Nobel Mario Vargas Llosa, y de paso habla de su lejana y tangencial relación con Roberto Bolaño.
A propósito de Bolaño, vale la pena leer este lúcido artículo del crítico español Ignacio Echervarría, uno de los lectores más atentos del autor de 2666 y Estrella distante, a partir de la relación que mantuvieron cuando la figura del escritor chileno se hacía cada vez más grande al amparo de la editorial Anagrama.
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Quemando teclados
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Bayer
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Osvaldo Bayer no te hace sentir todo lo grande que es.
El miércoles pasado estuve cerca de una hora con él, para hacer una entrevista para el diario.
Para mí hablar con Bayer era una deuda pendiente. Me interesa esa figura de la coherencia que encarna como pocos. Bayer es ante todo 83 años de una de las coherencias más grandes que uno pueda encontrar, búsquese donde se busque.
El motivo de su visita a Neuquén fue el estreno de su película Auwka liwen, Rebelde Amanecer.
A la tarde, después de la entrevisa que disfruté como pocas en mi vida, fui a ver la película.
Del auditorio donde se proyectó me fui con una imagen: el alemanote barbudo ingresando a la sala y los mapuches (sus atuendos negros con guardas multicolores; los bellísimos collares plateados que lucen) de pie para saludarlo, vivándolo en mapuche, y la cálida réplica de Bayer, rodeado por los organizadores, su brazo en alto, como ofrendando una pequeña victoria, o como marcando la senda de una victoria, una victoria que si no es la de la verdad se le parece mucho, una verdad mayúscula mucho más abarcativa que la de una historia apabullante (su obra), la verdad de quien parece estar diciendo con ese brazo en alto: “Hola, acá estoy de nuevo: ¿podía ser de otra forma?”
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Osvaldo Bayer no te hace sentir todo lo grande que es.
El miércoles pasado estuve cerca de una hora con él, para hacer una entrevista para el diario.
Para mí hablar con Bayer era una deuda pendiente. Me interesa esa figura de la coherencia que encarna como pocos. Bayer es ante todo 83 años de una de las coherencias más grandes que uno pueda encontrar, búsquese donde se busque.
El motivo de su visita a Neuquén fue el estreno de su película Auwka liwen, Rebelde Amanecer.
A la tarde, después de la entrevisa que disfruté como pocas en mi vida, fui a ver la película.
Del auditorio donde se proyectó me fui con una imagen: el alemanote barbudo ingresando a la sala y los mapuches (sus atuendos negros con guardas multicolores; los bellísimos collares plateados que lucen) de pie para saludarlo, vivándolo en mapuche, y la cálida réplica de Bayer, rodeado por los organizadores, su brazo en alto, como ofrendando una pequeña victoria, o como marcando la senda de una victoria, una victoria que si no es la de la verdad se le parece mucho, una verdad mayúscula mucho más abarcativa que la de una historia apabullante (su obra), la verdad de quien parece estar diciendo con ese brazo en alto: “Hola, acá estoy de nuevo: ¿podía ser de otra forma?”
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Quemando teclados
lunes, 1 de noviembre de 2010
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